Adriana

Adriana vuelve al trabajo después de tan acaloradas vacaciones. La relación con Raúl pasa por el mejor momento de sus vidas como marido y mujer, y Adriana pretende regalarle algo muy especial en su próximo aniversario, al mismo tiempo que espera zanjar sus temas pendientes con su querido paciente, el señor Rodrigo. El gran final de una increíble serie.

Han sido unas vacaciones llenas de placer y relajo. Adriana está feliz por todo lo que ha descubierto de su marido y lo que significará para su matrimonio. Sin embargo, hay algo que necesita resolver para que todo termine de forma maravillosa para todos: Debe ayudar a su hermana Erika, que parece tan desencantada con su matrimonio como ella lo había estado hace unas semanas.

Adriana no termina de creer todo lo que ha vivido esa noche de desenfreno. Primero se entregó a Ismael entre las rocas, solo para después dejarse raptar por Edgar y mantener con él una acalorada sesión de sexo sobre la arena a la luz de las estrellas. Ahora, descubierta por Ismael aún ensartada en la verga del albañil, la hermosa enfermera se da cuenta que esa noche está lejos de terminar.

Edgar ya no puede aguantar más las ganas de hacer suya otra vez a la dulce enfermera; menos después de haber sido testigo de cómo Adriana se dejaba follar salvajemente por ese tremendo negro entremedio de las rocas. Es así como el desesperado albañil poco menos que rapta a la hermosa mujer para saciar todos sus deseos. Claro, Edgar no sabe que toda la situación ha sido planeada y que la verdad es que Adriana esta desesperada por volver a probar su tremenda verga.

Es un día soleado en la playa. Las parejas se distribuyen en la arena, platicando, tomando sol. Los cuerpos infartantes de Adriana y Rosa llaman la atención de los hombres. Los ojos hambrientos de Edgar recorren la anatomía de la dulce enfermera. Está ansioso por volver a verla desnuda y lista para satisfacerlo con su glorioso cuerpo. Rosa se da cuenta de la extraña forma en que ese horrible sujeto observa a Adriana. La mulata deduce que algo sucede y le sonsaca a su nueva amiga la verdad. Lejos de molestarse, Rosa propone un sabroso plan que involucra a Ismael, Edgar… y a Erika, la no menos atractiva hermana de Adriana.

Adriana siente los descalabros lujuriosos que la han envuelto el último tiempo. Sin embargo, esta vez es delante de Raúl que sucumbe a los deseos más perversos e irrefrenables. La bella enfermera se sorprende por la excitante actitud permisiva de su marido y por la potencia sexual de Ismael. Es así como Adriana termina conociendo el secreto de Raúl y muchas cosas que ni sospechaba.

Adriana se encuentra en una situación tan desconcertante como libidinosa. Apenas puede creer que este viviendo algo así en presencia de Raúl, que por lo demás parece encantado con todo ese juego tan… libertino. Rosa e Ismael guían a la enfermera y a su marido en un viaje destinado al intercambio de parejas. Adriana aún se pregunta cual es el gran secreto de Raúl, pero empieza a vislumbrar cual será el precio que tendrá que pagar para averiguarlo. Un punto de inflexión en esta gran serie.

Adriana está emocionadísima por el viaje a la playa. Es cuando conoce a la pareja amiga de su marido que el desconcierto domina sus emociones. Ismael, el mismo hombre misterioso que la había ido a ver al hospital con el pretexto que necesitaba contarle un secreto de su esposo, se presenta cómo el amigo que Raúl ha invitado al viaje. Y no ira solo, puesto que lo acompaña su esposa, Rosa, una hermosa mulata que no tarda en despertar en Adriana un sentimiento casi desconocido para ella: celos.

Adriana debe lidiar con el doctor Garza. Él es su jefe y necesita de su permiso para poder tomarse el fin de semana que tanto ansia pasar con Raúl, con la esperanza en retomar la pasión de su matrimonio. Sin embargo, estas ideas de redención se ven prematuramente truncadas cuando la hermosa enfermera se topa con la negativa del doctor por concederle tal permiso. Por otro lado, apenada por todo lo que ha pasado con el señor Rodrigo, su paciente, Adriana comete la imprudencia de hacerle una promesa que no sabe si podrá cumplir. Rosa prepara a Ismael para el esperado viaje a la playa.

Adriana le cuenta a Raúl que han sido invitados a un viaje a la playa por los amigos de su hermana. Raúl, al enterarse que ira Edgard a ese viaje, piensa lo peor. ¿Hasta donde llegará el descaro de su mujer? El pobre esposo no sabe si aceptar ir o no, hasta que recibe una llamada inesperada que lo conducirá a descargar todas sus frustraciones. El destino, caprichoso como siempre, le permitirá a Raúl abrir los ojos y de una vez por todas aceptar que existen múltiples caminos para satisfacer su extraño fetiche.

Adriana completa la noche de ensueño del Doctor Garza ayudando a Vicky en el último acto de la velada, en el cual no será una simple espectadora. Al día siguiente, la culpa reconcome su conciencia, sobre todo al pensar en su marido. Sin embargo, Raúl, confundido por todo lo vivido con Rosa, está pensando en buscar un equilibrio entre su fetiche y las evidentes necesidades de Adriana para poder conservarla a su lado. Además, con el regreso de la enfermera al trabajo, otros interesados en su infartante cuerpo vuelven a confundir sus decisiones.

Raúl está en plena cita con Rosa, la mujer del hombre que comparte su fetiche. La mulata es preciosa y él está hipnotizado por su desinhibida y alegre forma de ser. Ella solo quiere tener sexo con él, pero las dudas de Raúl, nacidas de la culpa de concretar su propia infidelidad y sus incapacidades en la cama, hacen que Rosa no solo se convierta en su amante, sino también en una luz de esperanza para salvar su vida.

Adriana ha experimentado una sesión de sexo extraordinaria. Sin embargo, la noche está lejos de acabar. Vicky debe salir de la habitación por una misteriosa llamada. Espacio que el doctor Garza pretende aprovechar para convencer a Adriana de ser su amante permanente, pese a las condiciones que ha impuesto Victoria para esa velada especial.

Adriana y Vicky se han reconciliado y le han preparado una gran sorpresa al doctor Garza. El prestigioso doctor apenas puede creer que al fin sus sueños se vuelven realidad. Adriana tendrá que experimentar en carne propia las particulares cualidades amatorias de su jefe.

Adriana se siente intimidada por el supuesto amigo de su marido. Aún cuestionándose por pretender vengarse de Victoria, su amiga y compañera de tantos años, decide resolver de una vez por todas sus dudas y enfrentarla cara a cara. Raúl se encuentra con Rosa, la fascinante esposa de Ismael. De alguna forma, las mismas propuestas suenan completamente distintas en la boca de la sensual mulata.

Adriana por fin cumple uno de los sueños de su paciente, el señor Rodrigo, aunque es evidente que el hombre no se conformará solo con eso. Pero la joven enfermera está más preocupada de su segunda cita con el doctor Garza, y en su mente la indecisión sobre lo que debería hacer sigue latente. Cuando está envuelta en esa preocupación, un hombre desconocido la busca en el hospital, un mulato enorme que dice ser amigo de Raúl.

Raúl se encuentra confundido ante la propuesta de Ismael. Una parte de él quiere aceptar, y experimentar en su relación con Adriana, pero no encuentra el valor, pues teme que su esposa se entere de su extraño fetiche. Sin embargo, cuando Ismael le presenta a su joven esposa, Raúl queda cautivado por la belleza y sensualidad de la mujer. Mientras tanto, en el hospital, Adriana se reencuentra con el señor Rodrigo, su paciente, que había pasado unos días terribles después de su operación. Ahora está mucho más contento, y la joven enfermera vuelve a experimentar esos sentimientos que ningún otro hombre le puede provocar.

Después de entregarse de forma desenfrenada a un hombre que no es su marido, Adriana comienza a notar cambios en su forma de pensar y actuar. Ya no se siente tan afectada por el hecho de haber sido infiel, pero sí crece su resentimiento contra su examiga, Victoria. Por otro lado, Raúl se reúne con Ismael, quien le propone un trato y particular.

Adriana despierta en una cama que no es la suya. Lo ocurrido la noche anterior la tiene confundida, pero no tiene tiempo para arrepentirse, pues Edgar está dispuesto a seguir con la ronda de sexo. Ella intenta negarse; sin embargo, sus deberes y sus deseos no terminan de ponerse de acuerdo. Mientras tanto, Raúl está preocupado por su esposa. En eso, recibe los mensajes de Ismael, que quiere cobrar el premio de su apuesta.

Adriana aún se encuentra en la casa de Edgar, el amigo de su cuñado. En contra de cualquier pronostico, la hermosa enfermera ha ido y se ha quedado en esa destartalada casa por voluntad propia. Se ha prometido que esa será la ultima noche que le será infiel a Raúl y por consiguiente quiere aprovecharla de la mejor manera posible. Además, sus nuevos instintos no hacen más que empujarla a cobrarle a Edgar, “El fierro” para sus amigos, que cumpla su palabra y le regale la mejor sesión de sexo de su vida.

Luego de ser descubierta cometiendo un acto indebido, Adriana se ve obligada a complacer los deseos de Edgar con tal de no ser delatada. Sin embargo, aunque al principio detesta todo lo referente a ese hombre, poco a poco comienza a tener otros sentimientos, ¿Podrá resistirse a sus propios deseos? ¿O caerá en la tentación?

Llega el día en que Adriana por fin va a hacer aquello que nunca pensó que haría, y con quien jamás se hubiera imaginado. El caricaturesco detective tendrá que ingeniárselas para seguirle la pista a los pecados de la hermosa esposa de su cliente, y Raúl no podrá creer lo que llegara a sus manos. Aunque todo parece salir bien para la audaz enfermera, una fatídica coincidencia convertirá un día idílico en un apronte de tragedia.

Finalmente, Adriana ha tomado una decisión. Sabe que es una locura, pero ya no puede más, su cuerpo le pide ser complacido y ella no tiene la voluntad de negarle tal capricho. Ahora, solo le queda elegir quién la ayudará en su deseoso cometido. Por otro lado, Raúl hace una apuesta que no tarda en perder.

Después de lo ocurrido en la cena, Adriana se encuentra cada vez más confundida. Trata de luchar contra sus instintos, pero cuando descubre los secretos de Victoria, comienza a verse cada vez más incapaz de ganar esa lucha. Una inesperada reconciliación con Raúl parece alejarla de cometer una locura, pero…

Raúl sigue luchando contra esa parte de sí mismo que no conocía, pero para su sorpresa, poco a poco empieza a aceptarlo. Por otro lado, por fin se celebra la tan esperada cena del hospital, y en medio de ella se encuentra Adriana, con un acompañante que ella sabe que la desea, y ante el cual se encuentra en serio riesgo de caer en la tentación.

Adriana está cada vez más confundida por todo lo que ocurre a su alrededor, y mientras finaliza con los preparativos para la cena del hospital a la que acudirá con el doctor Garza, comienza a notar que su cuerpo le pide algo que su esposo no puede darle… La enfermera, por ética y algo más, debe cumplir los deseos del señor Rodrigo y bañarlo.

Sintiéndose poco deseada por su marido, Adriana, guiada por su amiga Victoria, entra a un juego del que le será difícil salir. Mientras tanto, siguiendo el consejo del doctor Garza, Raúl comienza a explorar maneras de mejorar su relación con su esposa, descubriendo una faceta que no conocía de sí mismo.

Adriana está destruida por lo que acaba de pasar con Raúl. Apenas puede creer lo que él le dijo. Raúl busca ayuda quizá en el lugar menos conveniente. Victoria, por otro lado, aconseja a su amiga para que se de cuenta de que tiene que cambiar su forma de pensar. Conoceremos muchos secretos de Victoria, y veremos cómo Adriana parece ceder ante la influencia de su amiga.

Adriana sufre con los problemas dentro de su matrimonio. Trata de olvidarlos preocupándose de otras cosas, como el reforzamiento que su sobrino adolescente necesita para las pruebas del colegio. Sin embargo, todo parece mejorar cuando Raúl se disculpa con ella y aceptan ir a una pequeña celebración a la casa de su hermana. Claro, ella será la más bella, envidia de todas las mujeres de la fiestesita.

Adriana está muy confundida por lo que pasa en su matrimonio. Ama demasiado a Raúl como para mostrarse indiferente ante su aflicción, pero se siente incapaz de hacer algo para ayudarlo. Tratará de distraerse en su trabajo. Un paciente nuevo, el señor Pérez, la sorprenderá detectando lo que le pasa con solo verla. Por otro lado, su sobrino adolescente necesita ayuda para sus exámenes finales, y su jefe, el doctor Garza, insiste en que lo acompañe a la fiesta del hospital.