Tatiana – Cap XVIII

¡Pero qué mierda! Si lo inoportuno tuviera grado alcohólico, Benito habría caído borracho en el acto, él y todo el maldito condominio. Miró el teléfono que seguía sonando. Tenía sujeto a su fiel compañero desde la base, a centímetros de la jugosa concha de Tatiana. El maldito aparato era una porquería antigua sin visor de llamadas. La incertidumbre del quién y el por qué era precisamente la razón por la cual ahora no podía hacer oídos sordos y seguir con el fantástico sueño que estaba viviendo.